domingo
El perseguidor
"Bruno,
ese tipo y todos los otros tipos estaban convencidos. ¿De qué, quieres
saber? No sé, te juro, pero estaban convencidos. De lo que eran,
supongo, de lo que valían, de su diploma. No, no es eso. Algunos eran
modestos y no se creían infalibles. Pero hasta el más modesto se sentía
seguro. Eso era lo que me crispaba, Bruno, que se sintieran seguros.
Seguros de qué, dime un poco, cuando yo, un pobre
diablo con más pestes que el demonio debajo de la piel, tenía bastante
conciencia para sentir que todo era como una jalea, que todo temblaba
alrededor, que no había más que fijarse un poco, para descubrir los
agujeros. En la puerta, en la cama: agujeros. En la mano, en el diario,
en el tiempo, en el aire: todo lleno de agujeros, todo esponja, todo
como un colador colándose a sí mismo... Pero ellos... el guardapolvo los
protegía de los agujeros; no veían nada, aceptaban lo ya visto por
otros, se imaginaban que estaban viendo. Y naturalmente no podían ver
los agujeros."
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